Alojarse entre paredes gruesas y centenarias tiene su ventaja, sobre todo si se hace en medio de la naturaleza, donde el canto del gallo es el mejor despertador que se puede tener. En Ibo Alfaro, un hotel rural centenario entre barrancos cultivados de la isla de La Gomera, hay una segunda casa a la que volver. Las vistas, tan de campo verde intenso, y el trato cariñoso y atento a los huéspedes son, sin duda, lo mejor.